Pregón de la Feria 2017. Teófilo Herráiz Aragonés


PREGÓN DE FERIA Y FIESTAS EN HONOR A NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO

Sisante, 13 de septiembre de 2017 Sr. Alcalde, Corporación Municipal, Reinas y Damas mayores e infantiles, componentes de las diferentes Peñas, sisanteños y sisanteñas, visitantes -que no forasteros-, amigos y amigas todos. Cuando recibí la llamada de Modesto Herraiz, nuestro joven alcalde, para comunicarme la invitación para ser el pregonero de las fiestas en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno de este año 2017, la verdad es que se me cruzaron muchos sentimientos: sorpresa, orgullo, cierto vértigo… y, sobre todo, una enorme responsabilidad. Aunque en ese momento le dije que me diera unos días para pensármelo,… aquí estoy. Y superada esa amalgama de emociones, decidí que debía esforzarme al máximo para ser digno pregonero de mi pueblo, de este pueblo al que tanto respeto y quiero. Por tanto, sirvan mis primeras palabras de sincero agradecimiento a nuestro alcalde y a toda la corporación municipal por la confianza puesta en mí y por hacerme partícipe de este gran privilegio. Gracias, también, por haberme entregado las llaves que abren las puertas de nuestras queridas ferias y fiestas; las fiestas con las que desde “guacho” he crecido y a las que año tras año acudo fiel a la cita para reencontrarme con familiares, amigos y excelentes recuerdos. Pregonar, ser pregonero de las fiestas de Sisante, del pueblo que me vio nacer hace ya unos cuantos años, es todo un regalo y un gran honor para mí. Dicho esto, deseo expresar mi más profundo reconocimiento a los pregoneros que me han precedido en esta misión, que con tanto acierto supieron plasmar con hermosas palabras, incluso con humor y maestría, las muchas bellezas de este pueblo.
Permitidme ahora que comparta este emocionante momento con todos los que estáis aquí presentes por vuestra amable asistencia a este acto, pero de manera muy especial a los que por diferentes motivos no nos pueden acompañar y que todos tenemos presentes en nuestra memoria, y por supuesto, a aquellos de la última fila imaginaria: a los que caminan por la vida de puntillas, a los que lloran a oscuras y a los que sufren, a los que se sienten solos, a los que pasan dificultades, a los que taponan sus heridas y esconden cicatrices, a los que se agrietan… Desde aquí arriba, os mando mucho ánimo y un agradecimiento inmenso por estar ahí.
Dicen los entendidos en pregones que para inaugurar una fiesta correctamente, y que los oyentes no se duerman, es necesario que la parrafada no se alargue demasiado, que lo bueno si breve dos veces bueno. Vamos a intentar ir por ahí.


Los pregones eran proclamas que se hacían voceando por las calles, era la forma de anunciar las mercancías que se vendían de manera ambulante. Pregones hacían también los alguaciles del ayuntamiento, tras tocar la bocina en los torales. Así salía la gente de las casas y se enteraba de las novedades del ayuntamiento: una junta, unos pagos, una orden, unos plazos...
Se espera de un Pregón que diga algo nuevo y que recuerde a la vez algo ya pasado sobre la historia del pueblo. Yo hoy me siento como el alguacil que anuncia las fiestas oficiales y también como el pregonero que oferta los productos más genuinos y auténticos de nuestro pueblo: la amistad, la alegría, la diversión, la convivencia, la hospitalidad, el saber hacerlo bien y el sentirlo aún mejor. Se suele decir “si quieres a tu pueblo, vete lejos”. Y es que, a veces, necesitamos alejarnos un poco de las cosas que amamos para poder verlas y apreciar mejor su valor desde la distancia. En la cercanía, los árboles pueden no dejarnos ver el bosque. Además apreciamos más las cosas cuando no las tenemos a mano, cuando nuestra atención ha roto la rutina del día a día.
Hay una frase de Homero, el gran poeta griego, que deseo citar como una especie de prólogo: “No hay nada tan dulce y mejor como la tierra en la que has nacido”. Tiene algo especial, algo inconfundible y sé que para cada uno de los que me estáis escuchando, también lo tiene y por eso vais a comprender todo lo que esta noche voy a expresar sobre este pueblo donde nací y desde luego, no dudéis que cada frase, cada letra que contiene, me ha brotado del alma.
Bien, cada vez que miramos atrás nos preguntamos cual ha sido la época más importante de nuestra vida, la que más nos ha marcado o la más feliz. Es difícil responder a eso porque la vida está hecha de muchos pequeños detalles, de momentos, de encuentros, de personas, de decisiones, de casualidades. Realmente se compone de todo eso. Cuando comencé a preparar este pregón, a pensar qué podría contaros, llegaban a mi mente emocionada múltiples recuerdos mezclados con multitud de imágenes, algunas algo borrosas por el inevitable paso del tiempo.
Por eso este pregón pretende ser un compendio de emociones personales y compartidas, que alimentan las ansias de llevar el nombre de nuestro querido pueblo de Sisante con orgullo y por donde quiera que vamos. Así, cobra mucho sentido el término “identidad”, concepto que plasma magistralmente el prestigioso filósofo y gran pensador alemán Friedrich Nietsche en la frase: “Aquel pueblo que olvida sus raíces, las enseñanzas de sus ancestros, y su cultura, también pierde su IDENTIDAD, y por lo tanto es un pueblo condenado al olvido...".
Cada vez que viajamos a nuestros recuerdos y recorremos con emoción la cronología de nuestras primeras imágenes por las calles, plazas y parajes de Sisante, estamos reivindicando su permanencia en el tiempo y consolidando sus signos de identidad y el sentimiento de pertenencia de todos a la esencia pura de ser y pertenecer a nuestro pueblo.


Permitidme ahora que ordene mis recuerdos, que para muchos de los aquí presentes, serán los vuestros,… los de todos. Mis primeras imágenes me llevan inevitablemente a la escuela de las monjas, Hermanas del Sagrado Corazón en la calle Angostilla. Provisto de mi primera cartera y el babero de rayas debuté en la escuela y poco a poco iba aprendiendo mis primeras letras en aquellas memorables cartillas. Me vienen nombres como Sor Rosa, Sor María Antonia, Sor Pilar y Sor María. Tengo grabado el cariño con el que se nos trataba y el gran interés para que aprendiéramos. Cómo olvidar que cada final de curso en el patio grande limpiábamos las mesas y sillas que habíamos usado durante el curso y después nos obsequiaban con el dulce de la casa, los inigualables “ombligos de monja”. Momento y un acto de justicia es reconocer a estas Hermanas la magnífica labor docente que llevaron a cabo y la huella que nos dejaron a todos los que pasamos por estas aulas. Como dice Haim Ginott: “Los niños son como el cemento fresco, cualquier cosa que caiga sobre ellos deja una huella”. De aquella generación de “guachos”, algunos acabamos ejerciendo de monaguillos por algún tiempo bajo la tutela de nuestro querido sacerdote D. José Luís Guijarro. Asociada a esta experiencia me vienen las disputas que teníamos entre los monaguillos por ver quien tocaba las campanas, el miedo a equivocarnos en las tareas encomendadas durante la misa y alguna degustación acelerada del vino de las vinajeras.
El escenario se sitúa ahora en las Escuelas Viejas, unas estaban situadas en la calle de D. Herminio Sanz, lo que ahora es Servicios Sociales, otras en el Almudí y también en el edificio actual de Correos. Recuerdo aulas grandes, poco acogedoras y bastante frías. Otra imagen curiosa es la fila que hacíamos en el patio de recreo para tomar la ración de leche en polvo del Plan Marshall. Los nombres de maestros y maestras de este periodo son: D. Eusebio Cueto, D. Francisco Saura, D. Honorio, Dña. Maruja y Dña. Lola.
Después estrenamos las Escuelas Nuevas situadas en la Calle Mayor, pero su deficiente y catastrófica construcción provocó que tuvieran que declararse muy pronto en ruina. Sólo estuvimos un curso y tuvimos como maestra a Dña. Puri, de Las Casas de Benítez. Los caprichos del destino quisieron que al cabo de unos años nos reencontráramos en el Picazo, pero esta vez como compañeros de profesión. Las vueltas que da la vida… ¿verdad?
Mi último recuerdo escolar en Sisante coincide con dos hechos muy relevantes: en primer lugar, entra en vigor la reforma educativa introducida por la Ley General de Educación de 1970 (una enseñanza común para todos los niños españoles desde los seis hasta los catorce años de edad, denominada Enseñanza General Básica. Será obligatoria y gratuita); en segundo lugar, se produce la inauguración del Grupo Escolar Comarcal. Fue todo un acontecimiento, un centro moderno con luminosos y amplios espacios, muy bien dotado de materiales, con comedor y donde por primera vez compartíamos pupitres con chicos y chicas procedentes de localidades próximas: Pozoamargo, Casas de Guijarro, El Picazo, Tébar y Vara de Rey.


Podemos afirmar que fuimos unos privilegiados y sin duda para muchos de nosotros esta experiencia fue determinante en el plano académico y en el desarrollo de nuestra personalidad. El nivel de preparación adquirido nos permitió dar continuidad con éxito a nuestros estudios de bachillerato en el Instituto de San Clemente.
Los nombres de maestros y maestras que me impartieron clase en este periodo son: D. Eusebio, D. Francisco Saura, D. Francisco Martínez, Dña. Ángela, D. Evelio y Dña. Ofelia.
Para completar este capítulo de recuerdos escolares quiero expresar públicamente mi agradecimiento y el merecido reconocimiento a todos los maestros y maestras que he citado por su magnífica labor docente que sin duda marcaron y sirvieron de guía a generaciones y generaciones de sisanteños.
Todos ellos pusieron unas bases académicas firmes y nos inculcaron que mediante el esfuerzo y la constancia es posible alcanzar las metas que nos propongamos. Como decía con mucho acierto Ever Garrisson: “Un maestro es una brújula que activa los imanes de la curiosidad, el conocimiento, y la sabiduría de los alumnos”
Estoy seguro de que con el paso del tiempo aquellos alumnos que recorrimos las diferentes sedes y estancias educativas en nuestro querido pueblo hemos podido darnos cuenta de lo importante que fueron aquellos años en el rumbo que tomaron nuestras vidas, al margen de la profesión que cada uno desempeñamos en la actualidad, es evidente que fuimos capaces de creer en nosotros mismos y en nuestras posibilidades en tiempos muy difíciles donde las oportunidades había que buscarlas, “no se nos regalaba nada”.
Perdón, el regalo que tuvimos fueron “nuestros padres”, también creyeron en nosotros y su generosidad nos permitió estudiar una carrera con mucho sacrificio y con la beca que nos ganábamos y defendíamos hasta el final. Gracias a vosotros, Pedro y Casimira, mis queridos padres, por confiar en mi y por darme aquella oportunidad. Nunca podré devolveros tanto como me habéis dado.
Siguiendo el camino de los recuerdos no quiero pasar por alto el barrio y las calles que recorrí en mi infancia. Aunque nací en la calle La Tercia, mis primeras imágenes me llevan a la calle Padre Rey, como tantas otras calles de tierra y piedras. De forma simultánea a la escuela, esa calle y el Rollo fueron el otro escenario en el que jugué y aprendí palabras, costumbres, nombres de animales, de plantas y hasta de piedras. También sin darnos cuenta nos íbamos impregnando de valores: el respeto que se les debe a las personas mayores, cómo debemos comportarnos, pero sobre todo el valor que tienen las cosas. Era la escuela de la vida, de la calle, … la otra escuela.
En este sentido es un fenómeno digno de analizar las interminables noches de verano “al fresco”. Todos los vecinos sacaban sus sillas y se hacían corros y los “guachos” merodeando alrededor o sentados si la conversación nos interesaba. Allí se contaban historias, anécdotas, sucesos y chismorreos en tono desenfadado y, sorprendentemente, todas las noches había tema de conversación. También recuerdo las casas con las puertas abiertas, la confianza y la solidaridad entre los vecinos, la forma desinteresada de ayudarse,… era otra forma de vivir y de relacionarse. Se echa mucho de menos,…

Por todo lo expresado no me resisto a mencionar el elevado número de juegos que practicamos en todos aquellos rincones del barrio: “el escondite”, al “con más carrete”, al “sigue la rata”, al “cara o cruz”, al “pañuelo”, al “churro”, al “zompo”, al “cenao”, al “tirbol”, al “tejo”, a “los montones”, a “la palmá”, al mondis”, al “guá”, al “hinque” y al “fútbol”, por supuesto. El fútbol adquirió un gran protagonismo, se organizaban partidos entre barrios y nos desplazábamos a la “era” acordada a defender con mucho interés los colores del barrio. Jugábamos contra El Cerrillo, La Tercia, La Placeta y El Pozo Viejo.
Recuerdo salir de la escuela a las 5 de la tarde y llegar a casa corriendo, pan y chocolate y al partido. Me he preguntado siempre cómo podríamos jugar tantos “guachos” en un espacio tan reducido como una “era”. Eran partidos en los que estaba en juego el prestigio del barrio y eran muy disputados, a veces demasiado, más de uno acabó a “pedrás” y en nuestras cabezas queda testimonio de aquellas afrentas. Acabábamos con la “escalabraura” en casa de Don Blas para que nos aplicase la laña correspondiente, además del correctivo de que tuviéramos cuidado que íbamos por mal camino. Estoy viendo perfectamente aquella consulta con la camilla y la vitrina de madera blanca y cristal repleta con todo tipo de instrumental, perfectamente visible, tensa espera y mucho miedo contenido.
Sirva la ocasión para reconocer la figura y el legado de dos personas claves en la historia contemporánea de Sisante, me refiero lógicamente a Don Blas “el Médico”, y a Lorenzo “el Practicante”. Los méritos y los servicios prestados a este pueblo estarán siempre en nuestra memoria y nos genera una deuda de permanente agradecimiento.
Siguiendo este camino de los recuerdos no puedo obviar lo que representó que en el Almudí se ubicase la Casa de la Juventud, sede de la OJE, en los años 70, más o menos. Para todos los que tuvimos la oportunidad de formar parte de aquel grupo de jóvenes esas vivencias permanecen en el tiempo.
Aprendimos a organizar el ocio de una manera diferente, a relacionarnos con jóvenes de otros lugares, a respetarnos, a ser solidarios, a trabajar en equipo y poder asistir a campamentos en verano, por ejemplo en Los Palancares (Cuenca). También hicimos “acampadas” en las que pasamos muchas calamidades en el Pozo de la Olivilla, en el Abajo de Tébar y en el Picazo junto al Río Júcar.
Pero el plato fuerte, sin duda alguna, la Banda de tambores y cornetas. Recuerdo el día que desembalamos los instrumentos y nos asignaron a cada uno el nuestro para que lo cuidáramos. Empecé tocando el tambor y acabé de corneta. ¡Qué desastre al principio,…¡. Nos teníamos que ir al Molino de Viento a ensayar para evitar males mayores. Cada uno a su aire,... cómo tendrían
tanto valor y paciencia Jesús “Chamón” y Julián “Bichito” (por desgracia ya no está con nosotros).

A ambos un enorme agradecimiento por el tiempo e ilusión que dedicaron para que aquella banda y, nunca mejor dicho, sonara adecuadamente. Y sin duda fue así, al cabo de un tiempo tocábamos en Semana Santa, en la Feria, e incluso nos contrataban otros pueblos de alrededor para actuar en sus fiestas. Parece que estoy viendo a la banda desfilando bajo la mirada atenta de nuestros directores, muy bien representados con mi prima Ramona como abanderada, Pifa (cabo de tambores) y Joa, “hijo de Lorenzo el Practicante”, (cabo de cornetas) y el resto atentos y en situación.
No cabe duda que el sonido de aquellas marchas e himnos se convirtió en la banda sonora de nuestra juventud.
Por suerte para Sisante, la banda sonora ha mejorado infinitamente, ahora disfrutamos y contamos con el privilegio de tener una verdadera Banda de Música que hace las delicias de todos y cuya progresión ha sido espectacular en los últimos años. Enhorabuena a todos sus componentes y, por supuesto, a D. Ramón Díaz López, que desde el año 2003 la dirige con tanto acierto y dedicación. Seguid cosechando toda clase de éxitos, los vuestros serán los de Sisante. Nunca perdáis el compás de la amistad ni el ritmo para disfrutar la vida.
Para poner broche a este rincón musical del pregón, os tengo que dar una buena noticia, la pericia y maestría de la que siempre han hecho gala tocando el acordeón, Lorenzo “Picatoste”, cuyas notas se apagaron hace tiempo, y Pedro José “El Marquesillo”, van a tener dignos sucesores en dos figuras que todavía no han hecho públicas sus habilidades, me estoy refiriendo a mi amigo Pifa, heredero de la genialidad de su padre en lo musical y en lo personal, y mi amigo Pompeyo, que sin precedentes musicales en la familia que nos consten, atesora un talento que ni el mismo conocía. Estoy seguro que en breve reunirán un rico y variado repertorio que “los mojes” pondremos como excusa para convertir muchas noches en veladas interminables. Es lo que tiene el mundo de la farándula…
El camino se detiene ahora en el recuerdo del fútbol y lo que representó para los que tuvimos la suerte de formar parte y defender el equipo de Sisante. Las primeras aproximaciones a este apasionante deporte fueron en la calle, cualquier “portá” nos servía de portería, hasta que las voces de la vecina sobresaltada nos invitaba a cambiar de campo. Pero el sitio por excelencia fueron las “eras”, escenario futbolístico de las disputas entre los barrios. Y los domingos, en la Placeta, al salir de misa organizábamos partidos con una pelota y la portería eran las patas de los bancos. Excuso decir la “polvisquera” que armábamos y cómo llegábamos a casa con los zapatos y la ropa de los domingos. Pasó el tiempo y me vienen imágenes de un equipo que formamos con el que tuvimos la primera experiencia de jugar con los pueblos de alrededor. Los desplazamientos los hacíamos todos de pie metidos en la furgoneta de José “El Pocho”. Sirva mi reconocimiento para agradecerle el tiempo que nos dedicó y lo buena persona que siempre fue con nosotros.


Pero el momento más importante se produce cuando algunos de nosotros llegamos al equipo de verdad, al de Sisante, al de nuestros ídolos locales, los que cada domingo defendían con honor la camiseta en el histórico Camino Hondo. Pues bien, nuestra incorporación se realizó de manera progresiva a esta leyenda de equipo, y aunque es posible que me olvide a alguien, recuerdo a “Pifa”, Juanito “Villena”, Cheli “el hijo de la Cagarrina”, José Miguel “Guirlí”, Fernando “Bernabé”, Pedro “El Jaro“, Paco “El Marquesillo”, Manuel “Castillo”, “Pachín”, Pablo “Pelecha”, y el que os habla, Teo “el hijo de Pedro el Sereno” y compartimos vestuario, nada más y nada menos, con Felipe “Robles”, Paco “Culeba”, Manolo “Finisterre”, Adrián y Pedro José “El Cano”, “Lupa”, Pepito “Badea”, Paco “El Sapo”, Javi “Fachenda”, Antonio “El Moreno”, “Augurio”, Pablo “Garbancito”, José Luís y Julián “Malmasca”, Blas y José (hijos de D. Blas) y Santiago “Berruga”,... Obviamente, he omitido a muchos con los que no coincidimos en esta época y que son merecedores igualmente de este mérito.
Seguro que todos aquellos que tuvieron la fortuna como yo de formar parte de este equipo durante algunos años coincidirán conmigo en dar las gracias a estos grandes jugadores que marcaron una época gloriosa en el fútbol de Sisante, como ya lo hicieron otras generaciones de futbolistas en épocas anteriores. De todos ellos nos queda su gran compañerismo y el apoyo y ánimo que siempre nos daban.
La nota triste la ponen cuatro jugadores que ya no están con nosotros y que permanecen siempre en nuestros corazones por su categoría humana dentro y fuera del campo, me refiero a Juanito “Villena”, a Pablo “Garbancito”, Javi “Fachenda” y a “Lupa”. Fue un verdadero honor jugar con vosotros y compartir vuestra amistad en aquellas gloriosas tardes de fútbol.
No puedo cerrar este espacio sin mencionar a presidentes como Emilio “Fachenda” y Andrés “Centelles”. A entrenadores como Juan Miguel “Villena”, mi primo Antonio “El Cortillo”, José González “Pelecha” y cuando colgó las botas, Antonio “El Moreno”. Tampoco me olvido de los árbitros, José “Villena”, “Pelecha” y Serviliano “Sirvilio”. Y, por supuesto, el Masajista del equipo, Octavio, “siempre con cigarro en boca” y, cerrando plantilla, el gran utillero Javi “Cipiatacos”.
Todos los anteriormente citados tienen un denominador común: “amaban tan profundamente el fútbol como a su pueblo” y dedicaron de manera desinteresada infinidad de tiempo y esfuerzos para hacer realidad su pasión, ayudar a que Sisante tuviera un equipo que defendiera con dignidad nuestros colores por todos los campos.
Es difícil olvidar esas tardes que no cabía un alfiler en el Camino Hondo y la afición llevaba en volandas el equipo a la victoria. No digamos los partidos de Feria cuando se echaba la casa por la ventana y venía el juvenil del Real Madrid o del Albacete. El escenario era perfecto, el campo abarrotado, el bar casi sin existencias, las rayas de cal perfectas marcaban el terreno de juego, la Banda de Música poniendo el toque artístico al partido y subiendo la emoción por momentos, el equipo local con sus mejores galas y la Reina de las Fiestas, preparada para dar el saque de honor. Todo apunta a una tarde memorable. Eusebio “Perín” tras marear al tractor, con tanta vuelta, ya ha descargado dos cubas de agua, dejando el campo impecable. El campo está rápido. El pitido del árbitro pone el silencio. Empieza el partido. La Eulogia “madre de Pepito Badea” empieza a “desgatiñarse”, el espectáculo está servido.

Llegados a este punto, siguiendo el camino de la vida y tras revivir tan emotivos recuerdos, es el momento de pararse a mirar lo que me ha ocupado casi toda mi vida. Contaba con 3 años cuando entré a la escuela y a mis 56 todavía sigo en ella. Mi actividad profesional es la educación.
He ejercido la labor docente durante 19 años en diferentes localidades en las provincias de Cuenca y Ciudad Real. A lo largo de estos años he desempeñado también el cargo de secretario, jefe de estudios y director. En el año 2003 inicié mi andadura en la Inspección de Educación de Ciudad Real y sigo disfrutando como el primer día de esta profesión tan apasionante y bonita.
Mi trayectoria profesional se ha basado en el esfuerzo, la constancia y la responsabilidad, de tal forma, que en la actualidad desempeño el cargo de Inspector General de Educación de Castilla-La Mancha, y como todos los que nos dedicamos a esta privilegiada tarea, tratamos de mejorar día a día el sistema educativo de nuestra región para ofrecer a nuestros jóvenes las mejores oportunidades.
Por ello, concededme la licencia sólo por la experiencia acumulada de compartir con todos vosotros, pero especialmente con los jóvenes, un mensaje de ánimo para que miréis al futuro con esperanza y seáis conscientes de que todo es posible y que la Ley de la Compensación siempre premia el trabajo, el esfuerzo y la responsabilidad.
En este sentido procede recordar a Cervantes, que en boca de un cuerdo y un loco, de un idealista y de un pragmático, puso en relieve el mundo donde nada es lo que aparenta ser y expresó el deseo sublime de llegar a una realidad distinta donde triunfe la virtud y el bien sobre el mal. Una de las grandes enseñanzas del Quijote es, precisamente, la manera en que honró sus sueños e ideales hasta el fin de sus días, sin importar el rechazo, el ridículo, ni la aprobación de los demás, y así siguió el camino para vencer al invicto rival… (que muchas veces es uno mismo).
Es imprescindible tener una juventud formada e informada; ilustrada y cultivada; tolerante y solidaria; abierta de mente y de espíritu; razonable pero también apasionada; trabajadora e implicada con los problemas de su tiempo; responsable y respetuosa, pero también alegre y divertida... pues hay que disfrutar y exprimir el jugo de la vida todo lo que se pueda y hasta el final.
Jóvenes de nuestro pueblo. El futuro es vuestro, tenéis que tirar del carro, y sois principalmente vosotros los que tenéis que lograr que este pueblo sea mejor día tras día, año tras año; que no caiga en el olvido y se convierta en un vago recuerdo de nuestra infancia que se va consumiendo en el tiempo. Nuestro pueblo debe ponerse en clave de una comunidad viva y dinámica, abierta a los nuevos desafíos de la modernidad, pero que desea preservar, como su más rico patrimonio, las glorias del pasado. El destino de un pueblo depende fundamentalmente del carácter de sus gentes.


Pero para eso debéis querer a vuestro pueblo y pelear duro con él, por él y también para él... trabajando el olivar o la siembra, construyendo casas, emprendiendo negocios, cursando estudios, creando riqueza... pero también promoviendo la cultura, participando en los actos públicos, respetando a vuestros vecinos y vecinas, trabajando mano a mano con ellos... y, por supuesto, presumiendo de nuestro pueblo allá donde estéis o vayáis invitando al forastero a que nos visite y pueda disfrutar de las maravillas que le podemos ofrecer, ya sea conocer nuestro rico patrimonio artístico y cultural, probar nuestro excelente aceite, nuestro vino, reírse con nuestro lexicario, o, simplemente, disfrutar de nuestra compañía.
Agotando ya el final del camino de los recuerdos voy a dibujar para vosotros una pequeña galería de imágenes que tengo grabadas de las Ferias y Fiestas acumuladas en el tiempo y que tantos momentos felices me han regalado.
Con varios días de antelación ya estábamos nerviosos cuando iban llegando los feriantes y empezaban a montar las barcas, las voladoras, las quincallas, la caseta de los futbolines, las casetas de turrón, la caseta del tiro, el puesto de las berenjenas, los puestos con juguetes, los coches eléctricos y en ocasiones el circo. Al mismo tiempo los familiares y amigos que estaban fuera, fieles a la cita, acudían como llamados por una fuerza irresistible para vivir días entrañables y de júbilo que seguro revivirían el resto del año, era como llevarse parte del alma de su pueblo.
Una escena ligada históricamente a nuestra Feria era el rincón de ”Moragón”, ese singular fotógrafo de Vara de Rey, ante el que posamos todos los “guachos” del pueblo durante muchos años. Quién no se subió al caballo de cartón, se colocó el sombrero y se armó hasta los dientes con aquellas cartucheras y aquellos pistolones. El producto final esa foto en blanco y negro que todos hemos guardado como oro en paño. Otro clásico, la churrería de “Piloto”. Es decir su nombre y a todos nos inunda ese aroma inconfundible a churros y chocolate caliente.
Pero el recuerdo más intenso me lleva siempre al día trece, la víspera de la feria, todo el año esperándolo. Cenábamos con cierta prisa y justificada ansiedad, no podíamos llegar tarde a los fuegos artificiales, “la pólvora”, que decimos aquí. La única noche en la que las explosiones, las luces de colores, los molinillos que escupían fuego, las cañas de los cohetes que caían sobre nuestras cabezas y que luego nos servían para hacer flechas… los grandes estruendos,… todo daba paso a esos sentimientos entrecruzados entre valentía y tensión, lo que viene a ser… bastante miedo, ante la inminente salida del primer “toro de carretilla”.
Las carreras, el axfisiante olor a pólvora, el silbido de las carretillas, los empujones, las caídas y el corazón que se va a salir del pecho,... ¡Ya no le quedan carretillas¡ ... Baja la tensión y en el entretanto del siguiente toro, todos nos convertimos en cronistas y presumimos de lo cerca que hemos estado del toro, que nos ha rozado,... En fin, que el toro nos ha rozado a todos.


Con el paso de los años y a la par que las facultades físicas iban mermando “los mojes” pensamos que las carreras eran más llevaderas con un cacillo de paloma entre toro y toro. ¡Mano de Santo¡ el ambiente se volvía más respirable. Está ocurrencia gustó y pasó a ser de obligado cumplimiento: lebrillo de paloma fresquita y el cacillo, perfecto reclamo donde repostaban amigos, conocidos y todo el que se apuntaba.
Después de esta agitación pirotécnica y de tantos sobresaltos, tocaba emprender ruta a la verbena, recuerdo especialmente las que se celebraban en la Cooperativa, con la inigualable Orquesta “Los Wacual”, cual iba a ser si no. Otro símbolo que forma parte del paisaje histórico de la Feria de Sisante. Atentos, ahora está sonando “El ultimo payaso”, el saxo desgarra la noche con elegancia y nos inunda de nostalgia. Esto se merece un “cubalibre”, por supuesto, en vaso de plástico.
Pasan las horas entre abrazos, risas, bailes y animadas conversaciones, … hasta que se agota el repertorio y rematamos la noche en la churrería, ... los cuerpos y las cabezas piden descanso. La noche se va apagando, … el bullicio ha dado paso a la calma, empiezan a aparecer las primeras luces del alba,… La feria sigue,… Y así día tras día, año tras año y feria tras feria.
Permitidme que ponga en valor “la amistad” en este preciso instante. Los “amigos” tienen un protagonismo fundamental en el transcurrir de nuestra vida. Más de lo que nosotros mismos pensamos. Dice Helen Keller: “Mis amigos han hecho la historia de mi vida. De mil formas han convertido mis limitaciones en hermosos privilegios.”
Con el paso del tiempo la amistad se fortalece sin darnos cuenta. Los amigos, esas personas que nos acompañan y con las que compartimos nuestras alegrías, tristezas, planes, sueños y desdichas, son un tesoro incalculable y que a veces no valoramos en su justa medida. Sería imposible nombrar a todas las personas con las que en un momento u otro de mi vida he compartido una buena amistad. En todo caso, les deseo sinceramente que la vida les haya sonreído. Es muy sano alegrarse del éxito de los demás, jamás he logrado entender como no pasa esto más a menudo. La envidia no conduce a nada bueno y es el refugio de los mediocres. Pero, por supuesto, a quiénes sí quiero agradecer públicamente esta noche su amistad desde el privilegio y altura que me dan estas gradas, es a mis queridos amigos y amigas de Sisante, “los mojes”, los que durante tantos años me siguen regalando momentos inolvidables. Por capricho del destino, coincide que este año soy el pregonero de mi pueblo, pero además este año cumplimos “los mojes” cuarenta años de amistad. Ni más ni menos. Se dice pronto. Parece que fue ayer cuando empezamos unos pocos como pandilla arreglando el mundo cada noche de verano y ahora somos treinta, más o menos. Aunque durante el año estamos desperdigados por toda la geografía española y algunos por el extranjero, es increíble como acudimos todos a la llamada del corazón, al abrazo largo e intenso del amigo, fieles a la cita en las extraordinarias fiestas de la Virgen.


Menos mal que Ignacio, coloquialmente, “Terni”, con sus colaboradores habituales, ya nos tiene organizada toda la logística para poder compartir y disfrutar un largo e intenso día de campo. Así cuarenta años, insisto. Empezamos en el Pozo de la Olivilla, luego en el Pantano de Alarcón, seguimos en la Casa de La Loreto y ahora, gracias a nuestro amigo Manuel Castillo “el abuelo”, disfrutamos en el monte de la Casa de los Rabotes. Aunque me encantaría poder citaros a todos aquí y ahora, os ruego que con la palabra “mojes” os sintáis plenamente aludidos. Quiero que sepáis que aunque nos vemos en menos ocasiones de las que yo quisiera, no dudéis que siempre os llevo conmigo y presumo de vosotros y de los valores que nos hacen ser lo que somos y que nos mantienen unidos durante tantos años. Muchas gracias por regalarme vuestra amistad y estar siempre ahí. Un abrazo muy fuerte a los que estáis aquí ahora y, por supuesto, para los que queriendo… no habéis podido venir. Para poner el mejor broche a este recorrido por el camino de la vida y los recuerdos no puedo acabar sin dar las gracias a toda mi familia. A vosotros mis padres a los que os debo todo lo que soy. Me siento muy afortunado de que estéis los dos hoy aquí. A mis hermanos, Raquel y Pedro, por vuestro gran apoyo y comprensión, juntos saldremos siempre adelante. A mis sobrinos, Iván y Pablo, que tenéis por delante toda una vida llena de oportunidades, os digo que no tengo ninguna duda de que lograréis todas las metas que os propongáis. Pero nunca olvidéis que vuestros padres, Pedro y Alicia, os han dejado la mejor herencia que podéis recibir, una magnifica educación. A Clo, mi pareja, todo esto no hubiera sido posible sin el apoyo, cariño y complicidad que me has regalado todos estos años. Deseo seguir recorriendo junto a ti el imprevisible sendero de la vida. No quiero olvidarme de mis abuelos, tíos y primos. Especialmente agradecerle a mi tía Ramona su gran ayuda cuando la necesité. No dejes que la injusta oscuridad te impida disfrutar de todo lo bueno que tienes a tu alrededor. Tampoco quiero pasar por alto la bondad con la que siempre me trató mi tío Teófilo y los buenos momentos que me regaló. Y, finalmente, un entrañable y emotivo recuerdo para los miembros de mi familia y de las vuestras que ya no están con nosotros,… todos ellos seguirán siempre vivos en nuestra memoria. Como cierre a este merecido homenaje a nuestros seres queridos, me parece muy oportuna la frase de François Mauriac: “La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”. A punto ya de concluir decir que las referencias hechas sobre el pasado, con toda su carga afectiva y nostálgica, no pueden ocultar un hecho fundamental: hemos progresado de forma increíble en la historia de nuestro pueblo. La sanidad, el bienestar y confortabilidad de nuestros hogares, la mejora de la calidad de nuestras infraestructuras, la dotación de unos servicios educativos aceptables y tantas facilidades como las que hoy tenemos a nuestro alcance, hacen que nos sintamos orgullosos de nuestra historia.


Ahora nos corresponde sentirnos satisfechos de ello, alegrarnos y festejar el éxito que supone poder disfrutar de esa situación, mantenerla y mejorarla en lo que sea posible.
Para los próximos días, os animo a participar en los actos programados con la ilusión y empeño habituales y os deseo que viváis unas felices fiestas, que serán un buen motivo para renovar energías compartidas con la familia, amigos, vecinos y visitantes. Compartir,… que a fin de cuentas, …. es lo mejor de la vida.
Procuremos todos juntos unos días distendidos, divertidos, y que las fiestas, sean un tiempo de encuentro, de hospitalidad, de alegría, de disfrute, y una razón más para sentiros orgullosos de ser hijos de este pueblo.
Queridos amigos y amigas, os deseo a todos que seáis felices, muy felices…y no solo en estos días de feria, sino todos los días del año; y no solo este año, sino todos los años de vuestra vida...
Un fuerte abrazo para todos y muchas gracias por vuestra paciencia y generosa atención. Deseo profundamente que hayáis disfrutado de este viaje por el camino de los recuerdos de la vida y de nuestro amado pueblo.
¡¡¡ Calle ya el pregonero ¡¡¡ … y comiencen las Ferias y Fiestas de 2017, … que declaro oficialmente abiertas, … pero no sin antes cumplir con la obligación de rendir pleitesía a esta hermosa tierra,
Gritad todos conmigo:
¡ VIVA LA FERIA ¡ ¡ VIVA SISANTE ¡ ¡ VIVA NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO !
Teófilo Herraiz Aragonés
13 de septiembre de 2017

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